En 1923, Mies van der Rohe diseñó una casa de campo de hormigón para la Exposición de Arte de Berlín, la cual es una de sus obras menos conocidas.
Las posibilidades del hormigón permitían una mayor libertad a la hora de abrir ventanas, mejorando la
relación interior-exterior; al poder obtenerse una visión más completa del exterior, el interior conseguía mayor
libertad espacial.